Foto del autor de esta opinión: Javier Guerrero Hernán
Buen@s días/tardes/noches a tod@os.
Lo primero declarar que esto es sólo una opinión personal y que si alguien quiere responderme a título personal, puede hacerlo a esta dirección de correo electrónico:
fcojavier_guerrero_hernan@hotmail.es
Y ahí vamos:
Voy a decirlo a las claras: Las empresas de transporte ya no pueden seguir haciendo frente al encarecimiento de los carburantes.
Vayan por delante estos datos: precio medio en surtidor del litro de gasóleo en enero del 2011: 1,171 euros. En el 2012: 1,382 euros, un 18% más caro. Pero eso no es todo. Dentro del último mes de enero, el precio aumentó un 4% más, alcanzando la aterradora cifra de 1,437euros/litro.
y lo peor, su repercusión, directa o indirecta, a toda la sociedad.
Llama poderosamente la atención que ahora, cuando la demanda laboral en nuestro país roza mínimos históricos y la cantidad de carburante que se consume es menor, los precios de los hidrocarburos sean más elevados que en la próspera y floreciente España de mayo del 2005, donde el precio del litro de gasóleo apenas se pagaba a 0,870 euros, siendo un 65% más barato que hoy.
Al margen de falsas explicaciones relacionadas con un cataclismo en Indostán o un no sé qué en el estrecho de Ormuz, que dicho sea de paso, así de memoria, poca gente sabe dónde está, entre los que no me incluyo, por cierto.
Hay quien trata de explicar tal encarecimiento por la actual disparidad monetaria dólar-euro, puesto que el precio del barril de Brent viene fijado en la primera moneda. Independientemente de ello, en el 1,40 euros que cuesta hoy el litro de gasóleo intervienen el precio en sí del producto y la elevada fiscalidad que se le imputa a este hidrocarburo, rondando casi el48 % de su precio final.
Una fiscalidad, por otro lado, demasiado suculenta para la Hacienda correspondiente, ya que se traduce en dinero en efectivo recaudado en el mismo momento de abonar el repostaje.
No debemos olvidar otros dos factores tan peligrosos como agresivos: el carácter oligopolista de la industria petrolífera, donde el reducido número de productores de gasóleo conoce los movimientos de sus competidores, desembocando en un poder de mercado cuyo resultado consíste en un alza de los precios y una merma de la producción, y la desorbitada especulación, superando e130% del precio fmal, que ejercen sobre el gasóleo quienes lo comercializan.
Además, el1 de enero del 2012, quedaba reducida a su mínima expresión la subvención que las empresas de transporte recibían a través del "gasóleo profesional", pasando de 1450 euros/año/vehículo a 50 euros/año/vehículo. Conste que esta ayuda, lejos de desprender un aroma caritativo de la Administración para con nuestro sector, venía dada en a cambio de diversas condiciones y sacrificios para nuestras empresas; léase kilómetros recorrídos, léase despidos de trabajadores en plantilla ... Y por si no fuera sufíciente, no pocas comunidades autónomas han impuesto del céntimo sanitario, pudiendo gravar el carburante en una tasa o losa en forma de en euros/ litro, hasta donde lo estimen necesario .
A Dios gracias, de momento, esta tan descabellada idea/tasa/impuesto/losa al monedero del transportista, llámese como cada uno y cada cual quiera, parece estar descartada aún en algunas provincias. Así, los hidrocarburos representan ya el de los costes de explotación de las empresas de transporte.
Entiendo, (ahora que como quien dice, estoy a punto de jubilarme) que la única manera de luchar por la salvación del sector al servicio de nuestra sociedad, y no se logrará alzando los brazos, sino arremetiendo contra el todopoderoso y complejísimo sistema instaurado por quienes, sin aportar ningún valor a nuestro sector, ni a la dura y sacrificada actividad del transporte por carretera, se auto-proclamaron profetas o se hicieron hueco en el sector a base de rebajar los precios en época de bonanza. Eso, en el mejor de los casos, porque en el peor, no se les ocurría otra cosa que descalificar a los propios compañeros porque "Todo valía para eliminar a la competencia".
La verdad es que yo creo que no todo vale para eliminar a la competencia. Lo primero porque los transportistas no somos competencia, sino cófrades de la hermandad de los kilómetros del asfalto, y en segundo lugar, porque esta maldita y (evitable) crisis que nos azota actualmente desde el 2008, ha borrado del mapa del sector del transporte a muchas, a demasiadas empresas y cófrades como para que sigamos jugando a ese mismo juego.
Y mucho menos con los actuales dígitos que he decoran las pantallas de los surtidores.